lunes, 4 de agosto de 2008

Sobre las imágenes...

Hace un tiempo me preguntaron acerca de lo que yo opino de las imágenes en los templos de las iglesias católicas.

Personalmente nunca fui muy adepto de arrodillarme frente a las imágenes de los santos y de la virgen, aunque en mi necesidad de buscar a Dios cumplí con casi todos los ritos que la liturgia católica impone.
De todas formas, mi ideal de encontrarme con Dios a solas y no a través de una imagen siempre estuvo presente en cada enseñanza que impartí y en cada ejemplo que entregué cuando era catequista de jóvenes y adolescentes.

Pero veamos un pequeño estudio que he realizado luego de haber recibido un poco más de enseñanza.

El siguiente texto lo he tomado textual del Catecismo de la Iglesia Católica, precisamente hacia ellos apunta este mensaje hoy... si, algunos me van a querer un poco menos, pero bueno, tenía que preguntar y aclarar algunos "porqué".











IV ‘No te harás escultura alguna...’

2129 El mandamiento divino implicaba la prohibición de toda representación de Dios por mano del hombre. El Deuteronomio lo explica así: ‘Puesto que no visteis figura alguna el día en que el Señor os habló en el Horeb de en medio del fuego, no vayáis a prevaricar y os hagáis alguna escultura de cualquier representación que sea...’ (Dt 4, 15-16). Quien se revela a Israel es el Dios absolutamente Trascendente. ‘El lo es todo’, pero al mismo tiempo ‘está por encima de todas sus obras’ (Si 43, 27- 28). Es la fuente de toda belleza creada (cf. Sb 13, 3).
2130 Sin embargo, ya en el Antiguo Testamento Dios ordenó o permitió la institución de imágenes que conducirían simbólicamente a la salvación por el Verbo encarnado: la serpiente de bronce (cf Nm 21, 4-9; Sb 16, 5-14; Jn 3, 14-15), el arca de la Alianza y los querubines (cf Ex 25, 10-12; 1 R 6, 23-28; 7, 23-26).

2131 Fundándose en el misterio del Verbo encarnado, el séptimo Concilio Ecuménico (celebrado en Nicea el año 787), justificó contra los iconoclastas el culto de las sagradas imágenes: las de Cristo, pero también las de la Madre de Dios, de los ángeles y de todos los santos. El Hijo de Dios, al encarnarse, inauguró una nueva ‘economía’ de las imágenes.
2132 El culto cristiano de las imágenes no es contrario al primer mandamiento que proscribe los ídolos. En efecto, ‘el honor dado a una imagen se remonta al modelo original’ (S. Basilio, spir. 18, 45), ‘el que venera una imagen, venera en ella la persona que en ella está representada’ (Cc de Nicea II: DS 601); cf Cc de Trento: DS 1821-1825; Cc Vaticano II: SC 126; LG 67). El honor tributado a las imágenes sagradas es una ‘veneración respetuosa’, no una adoración, que sólo corresponde a Dios: El culto de la religión no se dirige a las imágenes en sí mismas como realidades, sino que las mira bajo su aspecto propio de imágenes que nos conducen a Dios encarnado. Ahora bien, el movimiento que se dirige a la imagen en cuanto tal, no se detiene en ella, sino que tiende a la realidad de la que ella es imagen. (S. Tomás de Aquino, s. th. 2-2, 81, 3, ad 3).
(Catecismo de la Iglesia Católica, Sección 2, Capítulo 1, Subsección 4).



He aquí lo que yo tengo para decir:

En 2130 se habla de la función inicial de esas imágenes, pero se omite el fin que cada una de ellas tuvo y que está registrado en la Palabra de Dios. He decidido copiar textual cada cita que menciona el Catecismo de la Iglesia Católica, pero he ido un poco más allá y me tomé la libertad de buscar un poco más profundamente en las Sagradas Escrituras para fundamentar mis comentarios al respecto.





“Después partieron del monte de Hor, camino del Mar Rojo, para rodear la tierra de Edom; y se desanimó el pueblo por el camino. Y habló el pueblo contra Dios y contra Moisés: ¿porqué nos hiciste subir de Egipto para que muramos en este desierto? Pues no hay pan ni agua, y nuestra alma tiene fastidio de este pan tan liviano. Y Jehová envió entre el pueblo serpientes ardientes, que mordían al pueblo; y murió mucho pueblo de Israel.

Entonces el pueblo vino a Moisés y dijo: Hemos pecado por haber hablado contra Jehová, y contra ti; ruega a Jehová que quite de nosotros estas serpientes. Y Moisés oró por el pueblo.

Y Jehová dijo a Moisés: Hazte una serpiente ardiente, y ponla sobre un asta; y cualquiera que fuere mordido y mirare a ella, vivirá.

Y Moisés hizo una serpiente de bronce, y al puso sobre una asta; y cuando alguna serpiente mordía a alguno, miraba a la serpiente de bronce, y vivía.” (Num. 21, 4-9)

Hasta aquí es justificado lo de las imágenes en los templos católicos, pero… leamos un poco más allá en el Antiguo Testamento.

“En el tercer año de Oseas hijo de Ela, rey de Israel, comenzó a reinar Ezequías hijo de Acaz rey de Judá. Cuando comenzó a reinar era de veinticinco años, y reinó en Jerusalén veintinueve años. El nombre de su madre fue Abi hija de Zacarías.

Hizo lo recto ante los ojos de Jehová, conforme a todas las cosas que había hecho David su padre.

Él quitó los lugares altos, y quebró las imágenes, y cortó los símbolos de Asera, e hizo pedazos la serpiente de bronce que había hecho Moisés, porque hasta entonces le quemaban incienso los hijos de Israel; y la llamó Nehustán.” (2 Reyes 18, 1-4)


Veamos la cita en Juan 3, 14-15. “Y como Moisés levantó la serpiente en el desierto, así es necesario que el Hijo del Hombre sea levantado, para que todo aquél que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna”.

Por más que le busquemos un significado que justifique la presencia y culto a las imágenes en los templos católicos… no se le puede encontrar justamente porque no la hay. Solo es una referencia a esa serpiente de Moisés que luego fue destruida por Ezequías.



Del Arca de la Alianza dice lo siguiente la Escritura.


“Harán también un arca de madera de acacia, cuya longitud será de dos codos y medio, su anchura de codo y medio, y su altura de codo y medio. Y la cubrirás de oro puro por dentro y por fuera, y harás sobre ella una cornisa de oro alrededor. Fundirás para ella cuatro anillos de oro, que pondrás en sus cuatro esquinas; dos anillos a un lado de ella, y dos anillos al otro lado.” (Exodo 25, 10-12)


Y del templo dice lo siguiente:

“Hizo también en el lugar santísimo dos querubines de madera de olivo, cada uno de diez codos de altura. Una ala del querubín tenía cinco codos, y la otra ala del querubín otros cinco codos; así que había diez codos de una ala hasta la punta de la otra.

Asimismo el otro querubín tenía diez codos; porque ambos querubines eran de un mismo tamaño y de una misma hechura.
La altura del uno era de diez codos, asimismo la del otro.

Puso estos querubines dentro de la casa en el lugar santísimo, los cuales extendían sus alas, de modo que el ala de uno tocaba una pared, y el ala del otro tocaba la otra pared, y las otras dos alas se tocaban la una a la otra en medio de la casa.

Y cubrió de oro los querubines.” (1 Reyes 6, 23-28)



Si, si… el templo que hizo construir Salomón por indicación de Dios era portentoso y tenía en su interior imágenes de querubines, bueyes y otros elementos de la naturaleza. Bueno, ese templo fue destruido cuando el pueblo de Dios fue deportado a Babilonia. Luego fue reconstruido y este es el templo que se encontraba en tiempos de Jesús. Pero veamos qué dijo Jesús al respecto.



“Cuando Jesús salió del templo y se iba, se acercaron sus discípulos para mostrarle los edificios del templo. Respondiendo él, les dijo: ¿Veis todo esto? De cierto os digo, que no quedará aquí piedra sobre piedra que no sea derribada.” (Mateo 24, 1-2)


El templo fue finalmente destruido alrededor del año 70 d.C. cuando los romanos saquearon Jerusalén.

Es más, el Catecismo de la Iglesia Católica establece que esta relación entre los elementos fabricados por el hombre (bajo supervisión y mandato de Dios) y la salvación era simbólica.


A partir de 2131, ya no se sustenta en las Sagradas Escrituras sino en los Concilios y los documentos emanados de esos Concilios Católicos.

No hay fundamento bíblico en esas palabras, he ahí el error.

Después de este razonamiento, te invito a que leás un poco más en profundidad, porque el tema da para mucho más... podés comenzar justamente donde yo estoy concluyendo, con las citas bíblicas que he colocado aquí y luego sacá vos también tus conclusiones al respecto. Lo importante es que no te quedes tragando entero sino que mastiqués bien... después de todo es tu vida la que está en juego.



"Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo Unigénito, para que todo aquél que en él cree, no se pierda, más tenga vida eterna" (Juan 3, 16)

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